Esta crónica la escribí hace ocho o nueve años, la transcribo tal cual la publiqué en una web:
Nuevamente hay
elecciones en la
Universidad de San Marcos y, como todos los años, hay un gran
despliegue de propagandas con enormes carteles mostrando los números que
representan a las diferentes listas que postulan a los cargos para los
estudiantes en sus respectivas facultades. Y como todas las veces, se espera
las famosas peleas entre los estudiantes al momento de hacer los conteos. Es
precisamente en la facultad de Ciencias Sociales donde se realiza esas
tradicionales camorras realizadas durante las noches cuando acaba el sufragio y
se inicia el conteo oficial para finalmente dar el nombre de la lista ganadora.
Y como siempre, no estuve interesado en observar ese (¿increíble?) espectáculo.
No. Llegué, voté, conversé con mis compañeros (ajenos a la política) y después
de dos horas, me retiré.
Al llegar a la Universidad de San
Marcos, a eso de las cinco de la tarde, lo primero que observo en la puerta
principal, es un grupo de cinco o seis policías totalmente equipados, al
parecer estaban listos para defenderse de algo o de alguien. Es más, a su
costado estaba un inmenso tanque de guerra. ¡Era increíble! La Universidad parecía
una fortaleza. Pero para los que conocemos la historia de San Marcos,
especialmente en el aspecto político, no nos sorprende ver a esos guardias de
seguridad con su intimidante tanque. Lo que pasa es que es común ver a algunos
estudiantes haciendo desorden entre los interiores y exteriores del campus
para, al final, generar la violencia. Precisamente para eso están esos
guardias, para evitar esa violencia.
Bueno, al ingresar
a San Marcos, voy directo a mi facultad para votar y marcharme. Pero al llegar
me encuentro con un amigo. Ambos fuimos a votar. Después de eso, conversamos
largo rato. Finalmente ya era hora de irme y despedí, muchos otros compañeros
aun se quedaban en la facultad, pues tenían que esperar hasta las nueve de la
noche (hora en que se cierra el sufragio) para verificar que todo el conteo se
haga con imparcialidad.
Al día siguiente,
por la mañana, y en un diario nacional, me enteré que ganó la lista donde
estaban algunos amigos míos. Pero no era nada alentador la forma cómo se expresaban
de ellos cuando leí esa noticia. “Los talibanes”, nombre alusivo a un grupo que
generaba violencia y que los relacionaban con otro grupo mayor muy odiado en el
Perú, era nuevamente el nombre que les colocaban a la lista ganadora.
Así están las cosas.
En algún momento conversaré con mis amigos que ganaron las elecciones para ver
si cumplirán todas las promesas que mencionaban durante la campaña.
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