Esto lo escribí años atrás, lo vuelvo a compartir porque mantiene mucha actualidad...
Siempre me gustó levantarme en las madrugadas y salir de mi casa a pasear, es muy tranquilo y hermoso caminar y esperar hasta que amanezca. Hubo varias oportunidades para mí en tener esas experiencias nocturnas. Quienes conocen o padecieron de insomnio saben bien que por más esfuerzo que se haga difícilmente se podrá dormir, y ante eso, se opta por los fármacos (que es lo último que se desea hacer). En mi adolescencia sufrí de insomnio (por causas que narro en mi novela “Espejos Azules”) y en algunas noches salía a ver por la ventana de mi casa el exterior. Era una zona desierta, las casas estaban a oscuras, pero iluminadas por los postes de alumbrado público que les daban a esas calles una imagen sobrecogedora. Por la acera, uno que otro perro deambulando por la oscura y espesa noche de aquel barrio donde vivía, le daban la dinámica para no considerarla un pueblo fantasma.
Los noticieros de las mañanas siempre comienzan temprano: 5:00 a.m. o 5:30 a.m. Eso quiere decir que los narradores de noticia tienen que estar en el canal de televisión desde más antes. Una vez cuando estaba tomando mi desayuno para ir al colegio escuché a la narradora de noticia decir esto: “Cuando me recoge la camioneta del canal debo estar lista, porque de lo contrario me deja y tengo que tomar un taxi para llegar puntual”. Eso quiere decir que los narradores de noticias se levantan muy temprano (¡en las madrugadas!) para ir a trabajar. “Que bonito deber ser levantarse a esas horas y preparase para trabajar y luego dar las noticias por las mañanas” -me dije-. Todo esto me motivaba más a seguir en un futuro la carrera de Periodismo. “Si llego a trabajar en un estudio de televisión, estoy seguro que me mandaran una camioneta para recogerme”. Así pensaba en mi etapa adolescente.
Los enlaces en vivo y en directo que hacen los reporteros en el interior de un país o cuando están transmitiendo en alguna parte del mundo eran para mí, fascinantes. O cuando hacían un reportaje especial de algún hecho que implicaba viajar a algún departamento o país y entrevistar a los personajes de otras tierras, para mí, eran espectaculares. Pero todo esto implicaba un peligro para el reportero y no menos importante, también, para el camarógrafo. Recuerdo muy bien cuando un periodista se atrevió a entrevistar a los principales jefes de la banda terrorista MRTA y se esperaba lo peor. Los reporteros siempre están en constante peligro, pero es un riesgo que, al momento de decidir por la profesión, se debe correr. Eso fue lo que me atrajo más: viajar por todos lados y ¿porqué no?, el peligro que acarreaba tales trajines. Así pensaba en mi etapa adolescente.
Los canales de televisión anualmente celebraban su aniversario mostrando por las pantallas su archivo fílmico desde su creación pasando por los memorables momentos cuando se transmitían los programas en blanco y negro hasta la llegada del color en nuestros hogares. Era conmovedor ver las antiguas transmisiones de televisión y los personajes de antaño. En las imágenes podía ver a los reporteros y actores sociales (políticos, futbolistas, animadores, etc) mucho más jóvenes. Ellos se habían inmortalizado gracias a la televisión. “Quisiera inmortalizarme al igual que ellos para que después de un tiempo pueda verme, pero más joven” -dije-. “Quedaría como un recuerdo de colección si entrevisto a un personaje importante y así perpetuarme en el tiempo” -seguí soñando-. Aumentaba mi motivación al saber que si lograba estar en un canal de televisión podía tener la oportunidad de ser parte de la historia y ser recordado por generaciones. Así pensaba en mi etapa adolescente.
Mis compañeros
Miguel Pauca y Raúl Torres también les gustaba dicha profesión. No sé si habrán
logrado materializar sus objetivos, no lo sé. Finalmente, recordando a un gran
intelectual peruano de nombre y apellidos Luis Miro Quesada de
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