Muchos hubiéramos querido se participes de las marchas convocadas por las redes contra el gobierno ilegítimo del señor Merino, pero a veces no podemos por estar sometidos a las estructuras de poder externo que controlan nuestras vidas. El sábado 14 de noviembre, mucha gente tenía labores que cumplir en sus centros de trabajo vía internet, y los empleadores no permitieron concedernos el día para ir a las marchas. Quien escribe estas líneas, no consiguió, en compañía de otros compañeros de trabajo, el día libre, recuperable por supuesto, para asistir a la manifestación. Sin embargo, hubo otras formas para hacer escuchar nuestra voz de protesta.
Sin ser indiferente a la marcha de aquel trágico 14/11, tuve que estar al tanto de ella por todos los medios posibles y divulgar lo que veía y lo que no se veía. En la tarde, al oscurecer, comencé viendo los canales de televisión, a la par de los comentarios y los videos que se publicaban en las redes.
Solo Latina televisión y canal N transmitían las marchas durante la tarde de aquel día. Latina pasó las imágenes durante más de cuatro horas, sin embargo, dejó de transmitir para dar paso al wasap de JB. La emisora volvería a transmitir los sucesos una hora antes de la medianoche, y continuó durante la madrugada. Canal 4 hizo lo mismo dos horas antes de la medianoche, y transmitió en simultaneo con canal N.
En las redes publicaban que ningún canal de televisión transmitía la marcha, y eso era falso, los canales 2 y 4 lo hicieron. Quizá no con una cobertura de varias horas, pero lo hicieron. También informaron sobre la represión policial. Los mismos manifestantes en el Centro de Lima mandaban fotos y videos de lo que sucedía y se hacían virales en la internet. De mi parte, describía y compartía esos videos.
En las redes se pedía
la renuncia de Merino. Y cuando la noticia estaba en desarrollo, en el canal 5,
vía el noticiero 24 horas, se daba cuenta del fallecimiento de uno de los jóvenes
manifestantes. Esto originó que mucha gente empiece con los cacerolazos y las
bocinas. Publiqué entonces en el Facebook que el gobierno de Merino estaba
manchado de sangre. Minutos después, escribí: “se viene el cántico: y va caer…,
y va caer…, la corrupción va caer…”
La muerte del primer joven fue el detonante. En mi barrio, empezamos el ruido. Decenas de vecinos salieron a caminar por los alrededores de las manzanas con ollas y las golpeaban a cada rato. De mi parte, y con el celular cerca, saqué la olla de la cocina y con una cuchara empecé a golpearla. Desde el segundo piso observé a mis vecinos quietos en la calle haciendo el ruido. A unas cuadras, un joven, con su bocina, esas que se usan en los partidos de fútbol, empezó a hacer ruido. En mi cuenta de Facebook escribí: “Pamplona Alta-San Juan de Miraflores, presentes con el cacerolazo”.
La situación se agravó entre las fuerzas del orden y los manifestantes. El cacerolazo en mi barrio duró hasta la madrugada, todos estábamos atentos a lo que sucedía. Esperábamos la renuncia de Merino. Escribí en el Facebook que Merino estará en las páginas de la historia del Perú como aquel que asesinó a un joven combativo durante la marcha.
En las redes, mis amigos posteaban que, en Surco, Chorrillos y Villa María, también estaban presentes con el cacerolazo. Los noticieros daban informes de los heridos que llegaban al hospital Almenara. El canal 2, con Lorena Álvarez, continuó con la transmisión durante la madrugada. Mientras tanto, ni el presidente ilegitimo, ni su Consejo de Ministros, daban la cara ante los trágicos sucesos…
En la mañana del domingo 15, las cosas eran inciertas. El presidente ilegitimo no se pronunciaba. Un muerto en la segunda jornada nacional era, hasta ese momento, el saldo más triste. Pero, como si no fuera poco, despertamos con otra trágica noticia: otro joven había muerto. Negro amanecer... Los peruanos amanecimos indignados y desayunamos esa lamentable noticia. Horas después, Merino renunció a la presidencia de la República, el mismo que costó dos vidas.
Aquel 14/11 marcó un hito en la historia peruana, donde miles de jóvenes alzaron su voz ante tanta injusticia, ilegitimidad y corrupción. Una generación muy despierta y activa en cuya sangre está impregnada el recurso de las nuevas tecnologías fue la protagonista de este acontecimiento. La gerontocracia jamás imaginó la reacción de la gente, y esa fue su debilidad. Muchas instituciones lamentaron el deseco de los jóvenes y guardaron luto; sin embargo, en otras, parecía que nada había pasado. Ese fue mi caso, ni una sola mención de los hechos en mi centro de trabajo. Nada. Así son las empresas, solo les interesa el dinero, y las vidas que viene y van, son solo números.